A veces por alguna extraña razón para la cual por mucho que lo intento soy incapaz de encontrar una respuesta, una se levanta tarareando una canción. Generalmente una canción que no escucho desde hace tiempo y... algo dentro de mi me ordena me tire a revolver entre todos mis CD’s hasta encontrar la dichosa canción que no puedo dejar de tararear. Y es que además parece que la única manera de terminar con el encantamiento del tarareo de canciones es escuchar de una vez dicha canción (así que... si resulta que esa canción la escuchaste en vaya usted a saber estás perdido!). Pues bien, está mañana he sufrido del “mal” tarareo de canción, afortunadamente encontré el CD rápidamente y no tardé en ponerlo en mi equipo y darle al número cinco, después me relajé y canté con el volumen a tope...
En la barra del bar,
fatal y despeinada,
con aire de casada
que ha salido a ligar,
me susurras , oh nena,
fieras concupiscencias
y lúbricas licencias
de loba en luna llena,
como si no supieras,
que mañana serán
tus poses tan, tan tan...
verduras de las eras,
y que en media hora escasa
te pondrás muy nerviosa
y cual dilecta esposa
te querrás ir a casa.
Y te comprendo, amor.
A golpe de prozac
se soporta el tic-tac
del hastío mejor
que buscándose un lío.
Es remedio inclemente
Casarse doblemente.
Deja, pues, tu atavío
de gatita hogareña
que juega a ser tigresa.
Serénate, princesa,
que aquí no hay más leña
que la que ves, y no arde
como en esas películas
taimadas y ridículas
que tú ves por la tarde.
Y puestos a fingir,
simulemos los dos
que no estamos, por Dios,
a punto de morir
de ardor y de deseo
que eso en una ciudad
pequeña y sin piedad
es asunto muy feo.
Así que, si algo quieres
del abajo firmante,
no le pongas delante,
por muy que desesperes,
ni exhibición ni escándalo.
Si menda te estimula,
por favor, disimula.
Yo ya no soy un vándalo,
violador de vestales,
ni tú eres una diosa
que reina lujuriosa
en los pobres mortales.
Aceptemos que somos
y qué se le va a hacer,
los dos de Santander.
Sólo si voy a lomos
de la más elegante
y dulce hipocresía, seré yo vida mía,
tu caballero andante.
Este poema-canción, además de ser un poco largo (perdonadme pero.. tenía que ponerlo entero pese a su extensión) se llama “Poesía de una experiencia” y está escrito por Miguel Ibáñez. Y es la canción número cinco (creo que eso ya lo había dicho, no?) del CD “de Soledad en Soledad...” de Poetas en la calle.